IV La botella

             Ross regresó a Madrid unos meses después para reunirse con la parte del equipo que trabajaba ahí. Quería hablar con su contacto directo de un problema que había surgido al tratar de reducir el tiempo de respuesta de un algoritmo. Por alguna razón, las continuas conversaciones telefónicas no lograban avances, así que se había acordado que trabajaran juntos dos días.

             La responsable de viajes le ofreció la posibilidad de elegir entre varios hoteles. A pesar de que había una prima económica si no elegía un hotel de cinco estrellas, se decidió por aquel en el que se había alojado la anterior vez. Como para demostrarle que había hecho la elección correcta, la chica de recepción le dio la misma habitación que le asignaron en la anterior visita.

             Se encontró con un Madrid frío cuando salió a la calle al día siguiente. La oficina estaba cerca, así que aprovechó para dar un pequeño paseo. Se iba fijando en todos los carteles que se encontraba tratando de descubrir si era capaz de reconocer el significado de alguna palabra en español. Desayuno. Oferta. Café. Y, sin esperarlo, leyó la palabra vino y, como si fuera una señal, a los dos metros descubrió una esquina a la que Elena le había hecho una fotografía.El Paseo de Elena- Valtravieso Bodegas

             Se detuvo y lo consultó en su móvil. Aunque había pasado ya mucho tiempo y no habían vuelto a escribirse, conservaba las fotografías que ella le había mandado. Le gustaba verlas. Algunas veces había intentado situarlas en un mapa de Madrid para, virtualmente, realizar un recorrido como el que había seguido Elena. Pero apenas tenía información de cada una. No aparecían ni monumentos de fondo, ni carteles, ni textos. Eran fotos anónimas. No tardó en encontrar la foto que buscaba. No había ninguna duda, Elena había hecho una foto a esa esquina. Enfocó con la cámara y trató de conseguir el mismo encuadre antes de hacer la foto.

             Esa foto le provocó una tranquila euforia a pesar de venir acompañada por la nostalgia del que descubre que ha perdido algo. Quizás fuera ese sentimiento lo que hizo que en apenas unas horas su colega y él dieran con dos líneas de trabajo con la que tratar de arreglar el problema del tiempo de respuesta. De alguna forma, la intuición había ido abriendo caminos que el conocimiento no había descubierto. Sus propuestas fueron puestas en común por la tarde frente a todo el equipo. Ross pensaba que surgirían las críticas, pero salvo algunas objeciones, como los comentarios de un padre que ve a su hijo alejarse pedaleando con un poco de miedo, su plan de trabajo fue aceptado.

             Por la noche fue con todos los compañeros a recorrer algunos de los lugares típicos de la zona. Ross estaba relajado y confiado. No pensaba que ese problema se hubiera solucionado en tan poco tiempo. Temía que los dos días fueran un fracaso que le dieran más consistencia a las dudas que tenía sobre él mismo, aquellas de las que había hablado con Elena.

         Después de tomar las últimas raciones en un local en el que los jamones colgaban del techo, el grupo se despidió. Ross fue caminando solo hasta el hotel, pero en el momento en el que el portero le abría la puerta decidió dar una vuelta más. Quería ver si era capaz de encontrar otro de los rincones de Elena. Bastaba con encontrar uno más.

             Recordaba los sitios a los que habían ido, pero no el camino que habían seguido. Empezó a caminar por azar, dejándose llevar, de nuevo, por la intuición. Cada vez que tenía que elegir, se guiaba por el impulso. El tiempo no había mejorado y notaba las manos frías. Lo que buscaba no tardó en llegar. En una calle estrecha estaba esa vinoteca en la que habían tomado varios vinos. Y no tenía ninguna duda: otra de las fotos la había hecho en una ventana cubierta por un enrejado que estaba al lado.El Paseo de Elena - Bodegas Valtravieso-fin

             Ross entró en la vinoteca. Había dos parejas charlando en una mesa alta. La acumulación de botellas en las paredes le hizo sentir como en la sala de un museo. Se acercó a la barra. Era posible que el hombre que lo miraba con curiosidad, como si esperara que alguien lo retara con alguna pregunta sobre el vino para la que él no tuviera respuesta, fuera el mismo de aquella noche.

             -¿Qué le pongo?

             Ross dudó. Se llevó la mano al bolsillo y le enseñó  una de las fotos de Elena. El hombre asintió y se acercó a un mueble que tenía a su espalda. Le enseñó la etiqueta de la botella y la abrió rápidamente. Dejó el corcho encima de la mesa con el aplomo de un policía que muestra la pista definitiva.

             Ross volvió a ocupar la mesa en la que había estado Elena y él. El vino estaba muy bueno. ¿Qué habría dicho Elena de él?. Y, sin saber si era una buena idea o no, volvió a la barra y le hizo un gesto al hombre para que le trajera la botella. Ross abrió la cartera, atento al precio que el dependiente le daba abriendo y cerrando las manos.

             Salió con ella a la calle, dejando su abrigo y la copa en la mesa. El frío se había vuelto más intenso. Colocó la botella en esa ventana e hizo varias fotos. El resultado no estaba mal. A pesar de la limitación del flash, se reconocían todos los elementos. ¿Para qué pensárselo?. Todo el día le había llevado a este momento. Todo lo que había sucedido era un pequeño empujón. Ahora le tocaba a él cerrarlo. Buscó la cuenta de Elena y le mandó la foto.

             Seguía de pie, esperando una respuesta. Las manos le temblaban. Veía su abrigo al otro lado del cristal. Estaba decidido a quedarse ahí. Como si ese frío fuera un tipo de ofrenda. La respuesta llegó un par de segundos antes de que se rindiera.


Fin último capítulo. 


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